Me doy cuenta de que este año no he escrito sobre los petardos en torno a Nochevieja, que es cuando suelo hacerlo porque es época propicia para las explosiones que aterran a muchos animales, domésticos y silvestres, y también a bastantes seres humanos.
Caigo en la cuenta de que no lo he hecho al llegar a mis manos el teletipo que recoge la recomendación en forma de comunicado del Ilustre Colegio Oficial de Veterinarios de Valencia (ICOVV), que aconseja iniciar cuanto antes los tratamientos en aquellos animales que lo pasan mal en las Fallas.
Como explica Marina Miralles, etóloga colegiada del ICOVV, “los animales no pueden entender que no hay peligro en los petardos, es como si una persona oye caer bombas“. La reacción fisiológica que se desencadena en las mascotas “activa el sistema nervioso simpático y provoca que se liberen grandes cantidades de neurotransmisores, como la adrenalina, u hormonas de estrés, como el cortisol”.
Puedo asegurarlo, mi perra era así, temblaba como una hoja, tiraba desesperada si escuchaba petardos, aunque fueran tímidas bombetas, sufría terriblemente en definitiva, sin posibilidad de consuelo. Solo la pérdida de oído por su avanzada edad la ha liberado de ese terror ineludible.
Son demasiados como ella.
El comunicado de los veterinarios valencianos viene porque los tratamientos farmacológicos para intentar mitigarlo son efectivos si se toman con antelación. No vale darles la pastilla o el jarabe el mismo día que arrancan las fallas. Y tampoco es un medicamento que podamos gestionar por nuestra cuenta, hay que contar con un veterinario de cabecera.
Según el ICOVV, el veterinario pautará, en función del nivel de ansiedad, la medicación adecuada que debe administrarse, en algunos casos, “varias semanas antes de que comiencen los ruidos fuertes, ya que pueden tardar hasta tres semanas en hacer efecto”.
La prescripción médica para casos de miedo moderado puede ser a base de nutracéuticos (tranquilizantes naturales). Para casos graves es necesario utilizar psicofármacos. Ambos tratamientos pueden combinarse con feromonas sintéticas, tanto para perros como para gatos, “que disminuyen la intensidad de los síntomas y carecen de efectos secundarios”.
Pero los fármacos no son la única solución posible ni mucho menos. Lo más fácil es alejarse del origen del conflicto. Es decir, carretera y manta. Conozco algún caso de propietarios de animales que viajan fuera de Valencia en Fallas o que llevan a sus animales temporalmente a algún lugar alejado del follón.
Según ha informado la entidad colegial, antes de la administración de fármacos es “recomendable tomar medidas que incidan sobre el entorno para atenuar el miedo en nuestras mascotas”. La más eficaz es alejar al perro o gato del ambiente que le provoca la fobia.
Cuando no hay opción de irse, una solución es reducir los paseos al mínimo y a las horas y lugares más tranquilos en el caso de los perros y procurar que la casa sea el mejor refugio posible.
Si no es posible trasladar al animal a un entorno seguro, libre de petardos, recomienda crear barreras sonoras en casa (cerrar ventanas y bajar persianas, poner radio o TV) y espacios en los que la mascota se sienta segura; permitir que el animal se proteja donde él elija, sin forzarlo a permanecer en un sitio determinado; procurar no dejar solas a las mascotas, especialmente en momentos de alta intensidad de petardos; no sujetar o bloquear al animal cuando intente evitar el estímulo fóbico y no castigarlo or sus síntomas ni intentar calmarle mientras evidencie malestar.
Más cosas que podemos hacer: socializar al animal desde bien pequeño (aunque nunca es tarde para trabajar la socialización) para intentar prevenir estos miedos.
“Lo idóneo sería centrar los esfuerzos en la prevención”, ha explicado María Vitoria, vocal del ICOVV y veterinaria clínica, que aconseja exponer al cachorro “a una variedad de sonidos durante el periodo de socialización, que abarca desde las tres semanas a los tres meses, asegurándonos de que es una experiencia positiva que le permite familiarizarse con ellos”.
Pero que nadie se equivoque, socializar no es exponer al perro a los petardos a lo bruto, alegremente y sin paños calientes.
Los veterinarios advierten que una exposición “intensa” a los petardos y la falta de tratamiento puede provocar que el animal, lejos de habituarse, “se sensibilice más, aumentando su fobia año tras año”. Fisiológicamente este estrés puede deprimir el sistema inmunológico, la capacidad de aprendizaje, la memoria y el ciclo sueño-vigilia. Así como otros signos que comprometen el bienestar animal, como anorexia o estereotipias.
Y es exigible el civismo en aquellos que se quieren divertir haciendo ruido. Deben respetar los horarios y las zonas establecidas y tener en cuenta los animales y gentes que les rodean cuando van a lanzar petardos.
Hay demasiado gañán, de todas las edades, que se lo pasa bien asustando al prójimo con petardos, esperando a lanzarlos por sorpresa para reírse del sobresalto ajeno. No tiene ninguna gracia y puede incluso ser peligroso.
Incluso antes de lanzar esas inofensivas bomberas que manejan niños que son poco más que bebés, es buena idea mirar alrededor y esperar un poquito o alejarnos si hay algún perro cerca.
Perla esta en la protectora valenciana Felcan, necesita un hogar definitivo, por supuesto, pero ahora urge encontrar para ella una acogida temporal porque es de las que lo pasa mal en fallas.
Necesitamos casa de acogida temporal para nuestra pequeña Perla. Del día 9 al 20 de Marzo. ¿Te animas? Es muy miedosa a las Fallas debido a los petardos, así que necesitamos que esté lo más alejada de zonas repletas de ambiente fallero. Es muy buena y se lleva genial con otros perros.